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La pobreza y el hambre global

Por Araceli Aguilar Salgado

«Moriremos antes de hambre que de COVID-19, al día de hoy, las muertes por hambre superan a las provocadas por el virus. Los incesantes conflictos, las crisis económicas agravadas por la pandemia y la creciente crisis climática han exacerbado la pobreza y arrastrado a millones de personas más a una situación de hambre extrema; a muchas, casi al borde de la inanición.”

Ya mucho antes de la pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19), varios factores principales han desviado al mundo del camino que lleva a poner fin al hambre y la malnutrición mundiales en todas sus formas para 2030. Y ahora, la pandemia de la COVID-19 y las medidas de contención relacionadas con esta han complicado considerablemente el cumplimiento de este objetivo, aunque también han puesto de relieve la necesidad de reflexionar más a fondo sobre la mejor manera de hacer frente a los factores principales que contribuyen a la situación mundial de inseguridad alimentaria y malnutrición actual.

Y echa abajo años de avances de desarrollo y redujera los ingresos e interrumpiera las cadenas de suministro, el hambre crónica y el hambre aguda estaban aumentando por diversos factores, como los conflictos, las condiciones socioeconómicas, los peligros naturales, el cambio climático y las plagas que han afectado a los hogares vulnerables de casi todos los países; se prevé que los impactos se seguirán observando en 2022 y, posiblemente, en años posteriores

Los países más pobres experimentaron un fuerte aumento de los precios de los alimentos en septiembre de 2021, alcanzando el nivel más alto desde el inicio de la pandemia de COVID-19. La inseguridad alimentaria, medida que hace referencia al acceso limitado a los alimentos, a nivel individual o familiar, debido a la falta de dinero u otros recursos.

Tres de los principales factores que subyacen a los cambios recientes en la seguridad alimentaria y la nutrición determinados en las cuatro últimas ediciones son los conflictos, la variabilidad y las condiciones extremas del clima y las desaceleraciones y debilitamientos de la economía, que se ven agravados por las causas que subyacen a la pobreza y por niveles de desigualdad muy altos y persistentes. Aunque los precios mundiales de los alimentos se mantienen generalmente estables y las perspectivas de los suministros mundiales siguen siendo favorables, la inflación de los precios internos de los alimentos está aumentando en la mayoría de los países.

El índice mundial de precios de los productos básicos agrícolas se estabilizó en el tercer trimestre de 2021, pero sigue siendo un 17% más alto que su nivel de enero de 2021. Si se considera un período de tiempo más largo, los precios del maíz y el trigo son un 11% y un 21% más altos, respectivamente, que sus niveles enero de 2021, y los precios del arroz son un 21% más bajos.

Los principales riesgos para la seguridad alimentaria se plantean a nivel nacional: los mayores precios minoristas, combinados con la disminución de los ingresos, implica que más y más hogares están reduciendo la cantidad y la calidad de su consumo de alimentos.

Numerosos países están experimentando una elevada inflación de precios de los alimentos a nivel minorista, lo que obedece a la escasez de mano de obra, la fuerte subida del precio de los fertilizantes, las devaluaciones monetarias y otros factores.

El alza del precio de los alimentos afecta más a la población de los países de ingreso bajo y mediano, que gasta en alimentos un porcentaje mayor de sus ingresos que la de los países de ingreso alto.

La disminución de la ingesta de calorías y la nutrición deficiente amenazan los avances obtenidos en materia de salud y reducción de la pobreza, y podrían tener efectos duraderos en el desarrollo cognitivo de los niños pequeños.

Entre 720 millones y 811 millones de personas padecierón hambre en el mundo en 2020, de acuerdo con el informe de las Naciones Unidas El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo. Si se toma en cuenta el valor medio de las proyecciones (768 millones), se desprende que alrededor de 118 millones de personas más que en 2019 sufrieron hambre crónica en 2020.

Al utilizar otro indicador que refleja el acceso a alimentos suficientes a lo largo del año, se llega a la conclusión de que casi 2370 millones de personas (el 30 % de la población mundial) carecieron de acceso a alimentos suficientes en 2020, lo que representa un aumento de 320 millones en apenas un año.

Se considera que, a causa de la COVID-19, aumentó drásticamente el número de personas que enfrentaron y enfrentan inseguridad alimentaria aguda en 2020 y 2021.

El Programa Mundial de Alimentos (PMA) estima que, en los países donde actúa, 272 millones de personas sufren inseguridad alimentaria aguda o corren riesgo de sufrirla. Esta se define como la situación en que la vida o los medios de subsistencia de una persona se hallan en peligro inminente debido a la falta de alimentos.

El hambre presentaba una tendencia al alza incluso antes de la pandemia de COVID-19, que intensificó los efectos de los fenómenos climáticos extremos, los conflictos y otras crisis que ya menoscaban las oportunidades económicas.

Los sistemas alimentarios no pasarán a ser una fuerza poderosa que contribuya a poner fin al hambre y la malnutrición en todas sus formas en el mundo a no ser que los transformemos fortaleciendo la resiliencia a los factores principales identificados en las cuatro ediciones anteriores del presente informe y los incentivamos para que aporten dietas asequibles y saludables de forma sostenible e inclusiva.

Aunque los llamamientos en pro de la transformación más amplia de los sistemas alimentarios en aras de la eficiencia, la resiliencia, la sostenibilidad ambiental y la inclusividad son actualmente objeto de atención mundial, que indican las vías de transformación necesarias para abordar de forma concreta los principales factores que subyacen al reciente auge del hambre y la desaceleración de los progresos en la reducción de la malnutrición en todas sus formas.

El mundo ha observado que los sistemas alimentarios son esenciales para el objetivo de erradicar el hambre y la malnutrición en todas sus formas y velar por que toda la población pueda permitirse una dieta saludable.

En el marco de la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios de las Naciones Unidas de 2021 se presentó una serie de medidas concretas que pueden adoptarse en todo el mundo para propiciar una transformación de los sistemas alimentarios mundiales.

Con dicho fin, en el informe se indican seis vías que, de forma aislada o, a menudo, en combinación, abordan concretamente los efectos negativos de los factores principales que subyacen al reciente auge del hambre y la desaceleración de los progresos en la reducción de la malnutrición en todas sus formas. Se trata de las siguientes vías:

1) la integración de las políticas humanitarias, de desarrollo y de consolidación de la paz en las zonas afectadas por conflictos;

2) la ampliación de la resiliencia frente al cambio climático en los distintos sistemas alimentarios;

3) el fortalecimiento de la resiliencia de la población más vulnerable ante las adversidades económicas;

4) la intervención a lo largo de las cadenas de suministro de alimentos para reducir el costo de los alimentos nutritivos;

5) la lucha contra la pobreza y las desigualdades estructurales garantizando que las intervenciones favorezcan a la población pobre y sean inclusivas, y

6) el fortalecimiento de los entornos alimentarios y la introducción de cambios en el comportamiento de los consumidores para promover hábitos alimentarios que tengan efectos positivos en la salud humana y el medio ambiente.

Para aumentar la disponibilidad de alimentos y reducir su costo se exige un conjunto coherente de políticas, inversiones y leyes desde la producción hasta el consumo para obtener aumentos de la eficiencia y reducir las pérdidas y el desperdicio a fin de contribuir al logro de estos objetivos con el carácter urgente de la transformación más amplia de los sistemas alimentarios que es necesaria y ocupa actualmente el centro de la atención mundial.

Y se contribuya a recuperar el impulso necesario para hacer realidad la generación del hambre cero, y el fin de la malnutrición en todas sus formas, y para cumplir los objetivos y metas de la Agenda 2030.

Para ello, se requieren iniciativas urgentes y armonizadas de todos los gobiernos, así como de los distintos sectores y actores del sistema alimentario, que se lleven a cabo con el apoyo de las Naciones Unidas y de la comunidad internacional.

Sólo así podremos construir sistemas y entornos alimentarios que aseguren una alimentación saludable en el presente y en el futuro, y que garanticen además una vida sana para todas las personas la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo declaran su compromiso de apoyar este cambio trascendental y de asegurar que se desarrolle de forma sostenible y en favor de las personas y del Mundo para poner fin a todas las formas de malnutrición, debemos centrarnos en las vías de transformación y la coherencia de las políticas que más contribuyen a abordar los factores principales subyacentes al reciente auge del hambre y la desaceleración de los progresos en la reducción de todas las formas de malnutrición.