RECETA PARA LLEVARTE BIEN CON OTROS
“Por supuesto, hacen bien cuando obedecen la ley suprema tal como aparece en las Escrituras: «Ama a tu prójimo como a ti mismo»” Santiago 2:8
Nuestra sociedad se entusiasma con los ganadores y se olvida de los perdedores. Un minuto eres un héroe y al minuto siguiente eres un fracaso. El éxito y el estatus son palabras claves que nuestra sociedad ha endiosado.
Nos llevamos bien con personas a quienes nosotros hemos catalogado como aceptables y rechazamos a quienes son diferentes. Sin embargo, todo esto es antibíblico y tiene consecuencias nefastas para nuestras relaciones. He aquí la receta para amar a todas las personas.
Acepta a Todos: ¿Sabes por qué a la gente le cuesta aceptar a los demás? Confunden aceptación con aprobación. Puedes aceptar a alguien sin aprobar su estilo de vida. En Romanos 15:7 dice “Por lo tanto, acéptense unos a otros, tal como Cristo los aceptó a ustedes, para que Dios reciba la gloria”. Puede que esté haciendo algo totalmente contrario a la palabra de Dios, pero puedes aceptarla como persona sin aprobar el pecado en el que está involucrado.
Aprecia a Todos: Esto va un poco más allá de la aceptación. Encuentra algo que te pueda gustar en otras personas, no solo aceptarlas. Con algunas personas, esto puede requerir un poco más de creatividad. En Filipenses 2:4 dice “no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros”. Hay muchos tonos de colores y sabores de helados. Todos son bonitos y todos son ricos. Dios se manifiesta de diferentes formas a todos. Si Dios aprecia a todos nosotros también lo debemos de hacer.
Afirma a Todos: Ayuda a todos siempre que puedas. Esto no sucede accidentalmente. Requiere de un esfuerzo total de cada uno de nosotros. En 1 Tesalonicenses 5:11 dice “Así que aliéntense y edifíquense unos a otros.” Cuando la gente tropieza, no critiques. Se un animador, no un condenador.
Puedes animar a las personas con solo sonreírles. Las aceptamos, apreciamos y afirmamos y con esto cumplimos con la ley suprema. ¿Por qué se llama ley suprema? Porque si obedeciéramos eso, no necesitaríamos todas los demás.
Por Arnold Enns