La Rosa, flor de agradable fragancia y tallo espinoso, ha estado vinculada desde tiempos antiguos al culto divino. En la mitología clásica, se presenta como el atributo preferido de AFRODITA, por su hermosura y suave aroma, y de EROS, dios del amor, también se utilizaba coronas de rosa en las fiestas dedicadas a ARTEMISA, dios lunar, en la que sus portadores debían llevarlas bien sujetas en la cabeza para evitar que cayeran al suelo, cosa que atraería a la mala surte. Los  griegos y romanos elogiaron, a su vez, sus propiedades curativas y gastronómicas, pues elaboraban un elixir para combatir el escorbuto con sus pétalos, y la comían en forma de ensalada, en ingentes cantidades, por sus supuestas cualidades nutritivas.

 Para los Árabes, la rosa paso a ser el símbolo de la pureza y maternidad de la Virgen María, a la que se ofrecía en abundancia.

 Según la tradición feérica, las rosas guardan los secretos del tiempo; por eso se utilizaban en la adivinación, transmitiendo su mensaje a quien disponía de la capacidad de recibido.