Salud

Hipertensión en mal de los pobres

Por Dr. Amín Cruz 

«Casi medio siglo después de que empezáramos a tratar la hipertensión, que es fácil de diagnosticar y tratar con medicamentos de bajo coste, es un fracaso de la salud pública que tantas personas con hipertensión en el mundo sigan sin recibir el tratamiento que necesitan«. 

Hay un estudio, codirigido por el Imperial College de Londres, que reveló que el 82% de todas las personas con hipertensión, unos 1280 millones, viven en países de ingresos bajos y medios. Los investigadores descubrieron que Canadá, Perú y Suiza tenían una de las prevalencias más bajas de hipertensión en el mundo en 2019, mientras que algunas de las tasas más altas se observaron en la República Dominicana, Jamaica y Paraguay para las mujeres y Hungría, Paraguay y Polonia para los hombres. 

El número total de adultos de entre 30 y 79 años con hipertensión se ha duplicado en treinta años, pasando de 650 millones a 1280 millones. Sin embargo, esto se debe principalmente al crecimiento de la población y al envejecimiento, y el porcentaje de personas con hipertensión ha cambiado poco desde 1990. La tensión arterial es la fuerza que ejerce la sangre contra las paredes de las arterias, que son grandes vasos por los que circula la sangre en el organismo. Se considera que la persona presenta hipertensión cuando su tensión arterial es demasiado elevada. 

De la tensión arterial se dan dos valores: el primero es la tensión sistólica y corresponde al momento en que el corazón se contrae o late, mientras que el segundo, la tensión diastólica, representa la presión ejercida sobre los vasos cuando el corazón se relaja entre un latido y otro. Para establecer el diagnóstico de hipertensión se han de tomar mediciones dos días distintos y en ambas lecturas la tensión sistólica ha de ser superior o igual a 140 mmHg y la diastólica superior o igual a 90 mmHg. 

La hipertensión, también conocida como presión arterial alta o elevada, es una condición en la que los vasos sanguíneos tienen una presión persistentemente elevada. La sangre se transporta desde el corazón a todas las partes del cuerpo en los vasos: cada vez que el corazón late, bombea sangre a los vasos. La presión sanguínea se crea por la fuerza que ejerce la sangre contra las paredes de los vasos sanguíneos (arterias) al ser bombeada por el corazón. Cuanto mayor sea la presión, más tendrá que bombear el corazón. 

La hipertensión es una enfermedad grave y puede aumentar el riesgo de padecer enfermedades cardíacas, cerebrales y renales, entre otras, es una de las principales causas de muerte prematura en todo el mundo, ya que más de uno de cada cuatro hombres y una de cada cinco mujeres la padecen. La carga de la hipertensión se deja sentir de forma desproporcionada en los países de ingresos bajos y medios, donde se dan dos tercios de los casos, debido en gran medida al aumento de los factores de riesgo en esas poblaciones en las últimas décadas. 

Los factores de riesgo modificables figuran las dietas malsanas (consumo excesivo de sal, dietas ricas en grasas saturadas y grasas trans e ingesta insuficiente de frutas y verduras), la inactividad física, el consumo de tabaco y alcohol y el sobrepeso o la obesidad. Por otro lado, existen factores de riesgo no modificables, como los antecedentes familiares de hipertensión, la edad superior a los 65 años y la concurrencia de otras enfermedades, como diabetes o nefropatías, los factores de riesgo modificables figuran las dietas malsanas (consumo excesivo de sal, dietas ricas en grasas saturadas y grasas trans e ingesta insuficiente de frutas y verduras), la inactividad física, el consumo de tabaco y alcohol y el sobrepeso o la obesidad. 

Por otro lado, existen factores de riesgo no modificables, como los antecedentes familiares de hipertensión, la edad superior a los 65 años y la concurrencia de otras enfermedades, como diabetes o nefropatías. Los síntomas como cefaleas matutinas, hemorragias nasales, ritmo cardiaco irregular, alteraciones visuales y acúfenos. La hipertensión grave puede provocar cansancio, náuseas, vómitos, confusión, ansiedad, dolor torácico y temblores musculares. 

Entre otras complicaciones, la hipertensión puede producir daños cardiacos graves. El exceso de presión puede endurecer las arterias, con lo que se reducirá el flujo de sangre y oxígeno que llega al corazón. El aumento de la presión y la reducción del flujo sanguíneo pueden causar: 

  • Dolor torácico (angina de pecho). 
  • Infarto de miocardio, que se produce cuando se obstruye el flujo de sangre que llega al corazón y las células del músculo cardiaco mueren debido a la falta de oxígeno. Cuanto mayor sea la duración de la obstrucción, más importantes serán los daños que sufra el corazón. 
  • Insuficiencia cardiaca, que se produce cuando el corazón no puede bombear suficiente sangre y oxígeno a otros órganos vitales. 
  • Ritmo cardiaco irregular, que puede conllevar la muerte súbita. 

La hipertensión puede también causar la obstrucción o la rotura de las arterias que llevan la sangre y el oxígeno al cerebro, lo que provocaría un accidente cerebrovascular, asimismo, puede causar daños renales que generen una insuficiencia renal. Reducir la hipertensión previene infartos, accidentes cerebrovasculares y daños renales, además de otros problemas de salud.  

Prevención: 

  • Reducir la ingesta de sal (a menos de 5 g diarios) 
  • Consumir más frutas y verduras 
  • Realizar actividad física con regularidad 
  • No consumir tabaco 
  • Reducir el consumo de alcohol 
  • Limitar la ingesta de alimentos ricos en grasas saturadas 
  • Eliminar/reducir las grasas trans de la dieta  

Control: 

  • Reducir y gestionar el estrés 
  • Medir periódicamente la tensión arterial 
  • Tratar la hipertensión 
  • Tratar otros trastornos que pueda presentar la persona 

Las recomendaciones abarcan el nivel de presión arterial con el que se debe iniciar la medicación, el tipo de medicamento o la combinación de medicamentos que se debe utilizar, el nivel de presión arterial objetivo y la frecuencia con la que se deben realizar los controles de seguimiento de la presión arterial, además, sienta las bases de cómo los médicos y otros trabajadores sanitarios pueden contribuir a mejorar la detección y el tratamiento de la hipertensión.